Los rallies son una disciplina que convocan una gran cantidad de público
y que a diferencia de muchos deportes de alto nivel se puede disfrutar
del espectáculo de manera gratuita. Exceptuando rallies como el de Gran
Bretaña, Finlandia y Australia, donde los espectadores pagan una entrada
para acceder a zonas habilitadas dotadas de aparcamientos, bares,
restaurantes y espacios acondicionados para presenciar la carrera, en el
resto de pruebas el público lo hace de manera gratuita. Para llegar a
los mismos los aficionados se trasladan en sus vehículos particulares y
en muchas ocasiones acampan la noche anterior o duermen dentro de los
propios coches a la espera de la carrera. La reducción del kilometraje y
la obligación de disputar las carreras en fin de semana ha provocado
que los tramos se masifiquen y en zonas muy concretas, por lo que el
control del mismo es uno de los mayores retos para los organizadores.
Pese a todo, la afluencia de público es muy dispar. Las pruebas que se
celebran en zonas aisladas como el Rally de Nueva Zelanda, en islas,
caso del Rally de Córcega o el Rally de Chipre, por la poca notoriedad o
simplemente por las adversas condiciones climatológicas en las que se
disputan como el Rally de Suecia, contrastan con otras que si han tenido
que enfrentarse al control del numeroso público y que ha obligado en
muchas ocasiones a suspender tramos. Como ejemplo de esto son el Rally
de Portugal, San Remo, Montecarlo, Alemania o Cataluña
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